― Carajo, carajito, carajón... qué poco dinero teneis! Hmm... ¿y que tal cargarte de plomo ahora, ahorita mismo buey?
― No sé que hacer más para agradarlo señor...
― Agradarme?! Agradarme, ¿cabrón? Soy un hombre positivo, plata en mano y culo en tierra.
― La piedra que es sábia, passa la vida sin hablar nada.
― ¿Y quien le dirigió palabra, doña? Eh, huevón, cala a tu doña sino quitole la lengua yo. Dejemos de makanadas, sabes por qué he venido: a nosotros, los Zetas, no nos gusta los kilombeos que haces en este taller klandê de mierda...
― Pero sigo con lo mismo business de siempre...
― Cálate, tavyrongo! No ves que ha cambiado todo, buey, ahora en Pedro Juan Caballero no se trabaja más por los brasileños y esto debe quedar claríssimo, a full!
― ¿Joder, si los traicionar, que harán ellos de mí? Y a ustedes Zedelpas que diferencia les da? Tan chiquitito soy, no comprendo...
― Exacto, buey, lo diciste por entero: es chico, es un lambebolas de esos chongos de Mato Grosso y no comprendes ñembo. Pero la mala-onda no viendra de ellos, nosotros te vamos a joder como ejemplo. Nada personal, cabro...
― Por Diós, hombre, lo haré como decís, no necesitan...
― Estos brasileños son unos karibokas de mierda, perdieron el orgullo de vivir en una mierda de país; no se sienten más parte del tercer Mundo como nosotros...
― Sin embargo siempre hicimos buenos trades, avá...
―Carajo! ¿Ni siquiera comienzas a te dar cuenta, juguetón? No hagamos sutilezas, no percibiste o no lo quisieras reconocer que los tiempos son otros: cada automóvil que llega de Ponta Porã o del culo del diablo paga a los Zetas antes de pasar a Colombia o Bolívia. Obligativo. ¿Está claro?
― Sí, sí, de acuerdo... solo que yo...
― Solo que todavía hay huevones como tu que siguen manteniendo acuerdos con los babakuaras. De hecho las personas necesitan ser movidas por medio de la aceleración, del miedo y de la conectividad. Así que es fundamental chasquear la mídia, que nadie pase por alto lo que está por vos suceder...
― ¿Pero qué haceis?... No, no, ¿por qué la sierra?! Déjela, caridad señor!
― Es terrible la realidad, el pueblo vive em la más absoluta ignorancia. Claro está que necesitamos enseñarle unas cositas... ahora, por ejemplo, vamos a cortar tu mano y la de tu mujer... primero las damas, por supuesto...
― Nooo, qué... Aaaaaaiiiieee... AAAAAAAAAA...
― ¿Qué tipo de monstruo asesino eres? Mátela, acorte su sufrimiento le ruego...
― Chicos, que suciedad la sangre de esta galina... bueno, asierren com cuidado... eso... después al cretino... eh, pelotudo, decime: ¿donde están tus hijos? Tienes tres membiras, ¿verdad?, a los hombres voy desuñarlos pero a la yiyi... me han dicho que es una guapísima quinceanera... a ella yo mismo voy a kafishear.
― Aaah... se... se fuerán a Asunción... Aaaiii, no les moleste, por favor... Uaaaahh...
No dia seguinte os corpos foram descobertos numa parte descampada do Calejón Mafussi em Pedro Juan Caballero , Paraguai. As mãos direitas de ambos tinham sido cortadas, marido e mulher tinham sido amarrados à roda de uma camionete de luxo roubada no Brasil. Lupe e Paco mantinham uma pequena oficina, um desmanche clandestino ligado aos grupos brasileiros de roubo de veículos. O recado para a população não podia ser mais claro, embora as manchetes da imprensa local fingissem ignorar as ações cada vez mais ultrajantes e espetaculares dos autointitulados Zedelpas, os Zetas do Paraguay.
Inspirados na estrutura ‘familiar’ e na postura intimidatória de desafio aberto às autoridades dos congêneres mexicanos, o clã paraguaio cada vez mais crescia em importância neste segmento, apoiando-se num cada vez mais forte ressentimento local com a influência dos ‘brasiguaios’. Os três filhos do casal sobreviveram à tragédia, Raulino, de vinte anos, e Aluízia, de quinze, efetivamente estavam em Assunção e escaparam do massacre; o mais novo, Rosendo, de doze anos, ouviu tudo de dentro do porão da oficina onde os pais o haviam trancado quando perceberam a chegada dos matadores. O menino nunca mais voltou a falar.
Com a ajuda de uma tia, conseguiram atravessar a fronteira e fugir para o Brasil. Instalaram-se em São Paulo.
4 comentários:
Que medo! Dizem que a loucura contagia...
Já estás em casa ?
Correu tudo bem aqui na Europa ?
Um beijo.
Dalvita foi a Portugal, mas não perdeu seu lugar - em nossos corações.
Missosso, como falo com vc por e-mail, sem precisar vir ao blog?
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